MOVIMIENTO MODERNO EN BRASIL
Durante los años 30, se produce en Brasil una revolución, que acaba en un golpe de estado subiendo al poder Getulio Vargas. Se produce un estímulo del desarrollo industrial, se crea una legislación que beneficia a la clase obrera. Sâo Paulo vivía un gran crecimiento entonces, con un mercado inmobiliario fuerte que transformó completamente el espacio urbano, y consecuentemente la vivienda.
La "casa" se convirtió en el laboratorio de pruebas que posteriormente se aplicaban a otros proyectos.
En 1935, Le Corbusier viaja a Brasil, hecho decisivo para la propagación de los ideales modernos en Brasil, permitiendo el surgimiento de una arquitectura que adoptaba el lenguaje del estilo internacional. Fue entonces cuando en poco más de una semana de trabajo intensivo, Le Corbusier en compañía de Oscar Niemeyer y Lucio Costa, realizó los esquemas para el
Ministerio de Educación y la Ciudad Universitaria.
Esta arquitectura es reconocida especialmente por la forma de combinar lo moderno con lo tradicional o los rasgos locales.
En general Brasil aporta una versión más flexible a la rigidez del movimiento moderno, incorpora curvas sensuales y lleva al límite el empleo de hormigón armado.
En 1955 J. Kubitscher es presidente y cumple su promesa electoral de crear una nueva capital: Brasilia, 1957. Se nombra una Comisión de Expertos que eligen el lugar, y se convoca un concurso internacional que gana Lucio Costa. Se trata de un ciudad-capital para una nueva sociedad y un nuevo estado democrático: ni Belo Horizonte, ni Río de Janeiro, ni Sao Paulo. El desarrollo de la ciudad es funcional, una máquina pensada para la circulación (autopistas con cruces a tres niveles, helipuerto, aeropuerto y ferrocarril), con un diseño inicial en forma de cruz.
A lo largo del siglo XX, dos grandes corrientes unificadoras recorren Latinoamérica: primero el racionalismo del movimiento moderno, y después, un movimiento propio, en un esfuerzo de afirmación de la identidad. Una primera generación de arquitectos latioamericanos funcionalistas serán los primeros propagadores del discurso racionalista europeo, fusionado con la disciplina compositiva de las escuelas beaux arts. Ciertas propuestas de movimiento moderno como la planta libre, se compatibilizaban claramente con exigencias climáticas debido a la humedad del suelo, los usos residenciales privilegiados se ubicaban en altura. La apertura y la transparencia de la planta baja, devuelvía el uso del espacio al peatón, facilitaba a su vez la circulación de la brisa, lo que era de gran estima en áreas de calor tropical.
El estudio de la naturaleza y el monte Brasileño fue realizado por el racionalista Burle Marx en los años 40 y 50, y junto otros arquitectos ecólogos forman la escuela de paisajistas de mayor relieve del continente. Entre las ideas sustanciales que se plantearon estaba: la ruptura del esquematismo geométrico que pretendía controlar la naturaleza, y la coherencia entre la naturaleza y una arquitectura de alta libertad formal.
Otro elemento importante en la valoración de la arquitectura contemporánea brasileña fue el de los técnicos y materiales. La disponibilidad de ingenieros de capacidad permitió rápidamente un dominio del hormigón armado que debe verse como una de las características potencialidades tecnológicas americanas. Aunque, la carencia de una fuerte producción de hierro obligaba, a una dependencia de importación de piezas estructurales para grandes obras, cuyo costo obviamente era elevado.
La siguiente generación del movimiento moderno tuvo en Latinoamérica sus mejores representantes, que rechazaron el exceso de formalismo del estilo internacional y propusieron una nueva lectura de la arquitectura propia, al tiempo que se mantenían los valores básicos de la arquitectura moderna; construcción unitaria, ausencia de ornamentación, y estructura manifiesta: la Arquitectura Paulista.
ARQUITECTURA PAULISTA
A finales de los años 50 y tras una época de poca actividad profesional, un importante núcleo de arquitectos liderados por Joâo Vilanova Artigas, sentaron las bases de una arquitectura que hoy reconocemos bajo el término de "Escuela Paulista". Las principales estrategias de la Arquitectura Paulista se resumen en cuatro decisiones: la arquitectura topográfica, modificando la cota cero del terreno; volumetría unitaria, con una cubierta-fachada única; estructura espacial, que define la forma y la relación interior-exterior; y los vacíos democráticos, con la construcción de un gran vacío interior en forma de plaza, patio o vestíbulo abrigado por una coraza.
La modificación de la topografía era el primer acto de asentamiento en el terreno, creando un horizonte más cercano, de forma que hiciera más amable la fuerte presencia de la naturaleza. La construcción de un paisaje interior abierto al exterior, en contacto con la topografía rectificada, permitía dar continuidad al perfil del terreno y la arquitectura, anclándola en el lugar en continuo diálogo con el entorno.
Una envolvente única construida en hormigón armado acotaba el ámbito de los edificios de un solo gesto. Esta estrategia de proyecto persigue poner en valor la gravedad, poniendo especial acento en cómo el edificio se entrega en el suelo
La estructura, como dominio de la técnica, representaba la domesticación del territorio y, por lo tanto, era un elemento de mediación con la naturaleza. Un elemento determinante en la plástica estructural de la arquitectura paulista era el punto de encuentro entre la cimentación y el techo. La zapata, igual que el territorio rectifi cado, emergía del suelo para recibir la viga de hormigón, sin transición del pilar. Esta idea de columna sin fuste, es decir, de contacto directo entre la base y el capitel construía complejos y confortables umbrales que respondían a la escala humana a la vez que se ponían a la altura de la escala del territorio.
La sencillez volumétrica exterior se contraponía con un espacio interior complejo. El vacío no era un lugar de división, era el espacio de convivencia donde se concentraba la circulación que permitía que los espacios de alrededor fueran más fl uidos, ampliando la sensación espacial de los ambientes y convirtiéndose en punto focal de contemplación.
La Arquitectura Paulista a veces es resumida como un gran "techo flotante" o con la metáfora de "una piedra en el cielo".
La utilización del hormigón armado con acero como material estructural mejora considerablemente el comportamiento mecánico de los elementos, se reduce con ello el número de elementos necesarios para soportar la cubierta, al mismo tiempo que es posible aumentar la separación entre apoyos.
Una manera de negar la percepción del apoyo consiste en aprovechar la capacidad de estas estructuras de cubrición de trabajar en voladizo, gracias al buen comportamiento del material a flexión, disponiendo los soportes en la zona central de la planta. La cubierta se proyecta horizontalmente hacia el perímetro y construye una línea de sombra en el contacto con la cota cero. Esta sombra arrojada oculta el apoyo central, y en algunos casos este voladizo se lleva hasta el muro que delimita la planta baja, dejando una pequeña separación entre ambos, poniendo de manifiesto la inexistencia de apoyos.
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